El proceso socioafectivo es base del aprendizaje y determina el día a día del individuo, cómo se siente, sus sentimientos y su postura ante la vida dependen de las relaciones personales y sociales que posea, de su visión del mundo y de sí mismo. La emoción que fluye en algún momento dado por los acontecimientos cotidianos de los seres humanos en cualquier etapa etaria, determina sus acciones y desarrollo emocional, entre más placenteras sean las relaciones con otros el individuo se sentirá aceptado, por su medio social y/o familiar.
En los diversos contextos de aprendizaje en que se desarrolla va incorporando un abanico de sensaciones que indiscutiblemente forman su personalidad. El sentirse valorado y comprendido por el medio social conlleva la autovaloración y eleva la autoestima, auto concepto y percepción positiva de sí. Si bien en todos los grupos etarios las emociones son parecidas, la intensidad y significación de éstas varían, así como los efectos que producen, por lo que la intervención debe ser personalizada y acorde con los diagnósticos entregados por el informe psicopedagógico. Se debe considerar la etapa de etaria y los diversos contextos, dado que la situación que para un ser de una etapa etaria es fundamental, para otro miembro de una etapa etaria diferente no tiene mayor significancia.
Es fundamental como psicopedagogos/as conocer las características de las personas con las que se trabaja, los rasgos individuales, así como los comunes. Para realizar la intervención socioafectiva adecuada y no infantilizar o exceder en temas que no son atingentes a la realidad del individuo. En esta ocasión se revisarán las diferencias de intervención de los diferentes grupos etarios, así como las estrategias indicadas para cada uno de ellos, según sus características.
“Las emociones son la esencia de la vida. Cuando tenemos tiempo libre procuramos realizar actividades que activen en nosotros emociones que nos satisfagan. Sin emociones seríamos como máquinas”. R. Bisquerra (2014)
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